En la tarde de ayer, 6 de junio, dio inicio el Encuentro de la Familia Shalom con motivo de la celebración del Jubileo para las Nuevas Comunidades y Movimientos que se está celebrando en Roma y que se prolongará hasta mañana, 8 de junio, con la celebración de la Solemnidad de Pentecostés.
El Centro San Lorenzo acogió este encuentro inicial de la familia Shalom en la que misioneros y peregrinos llegados de distintas partes del mundo como Brasil, Alemania, Hungria, Francia y también de Italia, se reunieron para celebrar con alegría una jornada jubilar que contó con la predicación inicial de nuestro fundador, Moysés Azevedo, que inicialmente abordó el tema de la esperanza cristiana en el marco jubilar.
“El fundamento de la esperanza cristiana es una persona, la esperanza cristiana es Jesús, muerto y resucitado. Cristo es la fuente de nuestra esperanza. Cuando creemos en la vida eterna la vida terrena cambia totalmente. Porque como cristianos no corremos hacia una meta sin salida ni hacia un abismo oscuro, somos orientados al encuentro con el Señor en la gloria, en la eternidad. Poner nuestros ojos en la eternidad. La eternidad es la plenitud de la felicidad. Acercar el cielo a nuestra vida para cambiarla, así actúa la esperanza cristiana”.
Jubileo de la esperanza
La Iglesia nos llama a celebrar este Jubileo abriendo el corazón, no celebrarlo de cualquier forma, ¡vive tu jubileo! Debemos alargar todo lo posible nuestro corazón para recibir la abundancia de la gracia de Dios que la Iglesia dispensa sobre nosotros en estos días, un tiempo de gracia. Un tiempo de esperanza, de dejar que el cielo cambie aún más nuestra vida. Vivir el Jubileo depende mucho de esta disposición de nuestro corazón. ¡Vamos a vivir esta esperanza!”, ha destacado Moyses.
Nuestro fundador indica varias formas de abrir el corazón para vivir el Jubileo de forma profunda:
“Primero acogiendo la misericordia en nuestra propia vida. Sabemos que el corazón de cristo llagado era lleno de amor. En el encuentro con el corazón de Dios podemos ser traspasados por la misericordia y nuestra vida ser aún más transformada”.
Asimismo añadió: “Sería interesante en estos días buscar hacer una buena y profunda confesión. La Confesión no es otra cosa que estos dos corazones que se encuentran. Acoger la misericordia de Dios y también ser misericordiosos con los otros. Perdonemos siempre y con largueza, sin medidas, como Dios nos ha perdonado”.
Junto al Papa, ser portadores de paz
Moysés recordó las palabras del Papa Francisco refiriéndose a la Comunidad, a la que caracterizó por “el coraje creativo, la acogida y el impulso misionero”.
A partir del encuentro celebrado el 6 de Junio con el Papa León XIV, nuestro fundador recordó las palabras iniciales del discurso del Santo Padre: “Paz a vosotros”.
“Nosotros como Comunidad estamos felices de este saludo de paz del Papa y también sentimos la responsabilidad de ser portadores de esta paz”.
Y también refiriéndose al encuentro mantenido con los Moderadores de las nuevas Comunidades en estos días, Moysés destaca de las palabras del Papa:
“Gracias a los carismas que han dado origen a vuestras comunidades tantas personas se han acercado a Cristo, ha reencontrado la esperanza, ha descubierto la maternidad de la Iglesia, desean crecer en la vida cristiana y reportar a los otras con la evangelización los dones que han recibido”.
“Por tanto, el Papa te invita a colaborar con él en la misión de la Iglesia. Nosotros hemos recibido un carisma en favor de la misión del hombre en el mundo de hoy. El Papa tiene una mirada de esperanza sobre las nuevas comunidades. Que podamos responder a estar llamada de Dios y de la Iglesia”, dijo nuestro fundador.
Enamorados de Dios y de la humanidad
Por último, refiriéndose a Pentecostés, Moysés Azevedo, hizo una reflexión sobre Pentecostés y la venida del Espíritu Santo:
“Estamos aquí, participando del Jubileo en Roma, para pedir el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu en nuestra vida, en la Comunidad, en la Iglesia, en el mundo. Debemos juntos suplicar el Espíritu, estamos aquí para eso. El Espíritu que es el fuego divino, para quemar nuestro corazón. El Espíritu que es la dimensión de la esponsalidad, para que nuestro corazón sea un corazón enamorado”.
“No podemos enamorarnos por nuestras propias fuerzas. El amor se despierta en nosotros, como si fuera algo fuera de nosotros que te golpea y te hace enamorarte. Que el Espíritu posa venir y tocar nuestro corazón para capacitarnos a enamorarnos de Dios y de la humanidad”, concluyó.